Los presentimientos son pasos en un corredor oscuro. Tengo la sensación que el antiguo poseedor del libro era un hombre. Subraya con tinta de color azul, un color horrible que la sensibilidad femenina hace bien en repeler. Aunque lo hace con un cuidado devoto, usa regla y jamás toca las letras, es cuidadoso como una mujer. Los hombres confiarán siempre en su vergonzoso pulso antes que usar una regla en un libro tan pequeño. Es una regla, no una tarjeta, la línea no se corta.
La evidencia entonces es contradictoria y sin embargo sigo teniendo la sensación que entre más continúe leyendo, más me aseguraré que fue un hombre quien lo hizo antes.
Mientras avance espero encontrar algún otro patrón en lo que le interesó, subrayó, hasta ahora nada real, monólogos de los personajes, tal vez.
Creo que hay que aceptar la vida con todo lo que conlleva. Ese es el primer mandamiento anterior a los otros diez. Todos los acontecimientos están en manos de Dios y nosotros no sabemos nada del destino que les espera mañana, con lo cual quiero decir que aceptar la vida con todo lo que conlleva significa aceptar lo imprevisto. Y un hijo es una concentración de lo imprevisto. Un hijo es la imprevisión pura.