Azul, Juliette Binoche, Krzysztof Kieslowski

El Azul Duele (o sobre Tres Colores: Azul)

Una madrugada caminando por Bogotá Antonio Llorens dijo que nadie podía llamarse estudiante de cine sin haber visto a Kieslowski. Yo solo apunto que nadie puede hablar de belleza, dolor y color sin ver a Krzysztof. Azul son noventa y ocho minutos de dolor y perdida.

El arte existe solamente porque los diccionarios no pudieron definir realmente la palabra dolor.

Tengo tres primas menores, cada una nació con seis meses de diferencia. Cuando nació Kathe, la mayor, yo tenía siete años. Daniela fue la segunda. A mi tío le dicen «Polaco» por ser mono y de ojos claros. Ella resultó igual. Soy hijo único, mi tío, su esposa y Dani vivieron en mi misma casa mientras creció. Ella fue mi hermana, adorarla era como respirar.

Antes de ella solo había tenido mascotas, Benji un cocker spaniel de tipo inglés que era como mi padre, pero que amé más que a él. Suki una criollita, que mi tío veterinario de profesión y mi héroe de infancia, salvó de ser atropellada por un carro, fue otra madre. Y Merlín, mi gato de cola en forma de Z que no volvió.

Con Daniela pasó lo mismo, un día la mamá se la llevó con la otra familia y no volvieron. En lo que llevaba de vida (y en lo que llevo) nadie me había hecho tanta falta.

Me duele no volver a ver Mulán quince veces seguidas a la semana, me duele no oler su shampoo de bebé, me duele no recogerla del jardín con su uniforme azul prusia que combinaba con los dos puntos añiles de su cara.

Esto es para ti, Daniela. Te dedico el escrito de esta película porque no soy capaz de tocarla y mucho menos atreverme a interpretarla, tal vez en muchos años, pero ahora no. Ahora solo puedo decir que el azul de Kieslowski me succiona cada pensamiento y deja vivos, heridos, doliendo dentro de mí, todos los demás sentimientos.

Lo mismo me pasa con el azul de tus ojos Dani, duele.

Foto del retrato de Daniela después de quitarle un poco de polvo.

Apostilla: A veces creo que mi prima nombró a ese monstruo… demonio cachetón de Daniel por ella. Bien lo hizo porque les devolvió a mis abuelos una sonrisa que solo había antes con Daniela.

Segunda apostilla: Si algún día lees esto solo quiero decirte que te amamos, todos y muchísimo, perdónanos. Cuando te fuiste estaba escuchando esta canción, escúchala, no importa lo que te digan de nosotros, recuerda que te queremos: No todos son tan malos, no todo está mal.  

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